sábado, 4 de mayo de 2024

Carta 54

 

Han pasado 54 días desde que decidiste irte, aquí el reloj sigue sin avanzar, pues hay un dolor en el corazón que no se explica de ninguna forma.

Siempre dije que el corazón no dolía por un amor, que esas eran mentiras de la gente enamorada, luego te fuiste, y sentí como se clavaba en mi pecho tu partida. Dolía inexplicablemente a modo de dejarme sin aire. Lagrimas rodaban por mi cara mojando la playera que llevaba puesta desde hace días. Me dejaste en pausa y ha sido difícil volverle a poner play a mi vida.

Cada día que pasa no sé si dueles menos o me voy acostumbrando al dolor de la herida.

Hace 54 días te fuiste, pero te quedaste intentando resolver las marañas de tu cabeza, y aunque sabía que eso me hacía daño, prefería tenerte así a no tenerte. Pues me sentía completa al menos hablando contigo por mensajes.

Llevamos 5 días de contacto cero y ciertamente se han sentido como una eternidad. 

Se siente raro no saber qué haces, qué pasa por tu mente, o si tu rutina ha cambiado. Pues ya sabía que al despertar me dabas los buenos días, te bañabas e ibas al trabajo. Me gusta imaginar que aún piensas en mí, que en cada momento del día estoy presente con cualquier cosa que quisieras contarme, o que mueres de ganas por mandar un mensaje pidiendo verme y volver a estar juntos. Se vale soñar, ¿no?

Van más de dos veces que estoy a nada de romper la regla de no hablarnos. A más de dos veces de decirte que te sigo amando como desde el primer día en el que te vi a los ojos y solo lo dije, pero no puedo. No puedo ser egoísta con mi dolor y con el tuyo.

Lo más raro de todo es que cuando te conocí nunca pensé en que estaría pasando por esto, pues siempre imagine mi vida a tu lado. Esa conexión que tenemos es única, pero a veces las conexiones fallan. Que seas el amor de mi vida, no quiere decir que seas el amor para mi vida, aunque si soy sincera, es con lo que más he soñado.

Decidimos dejárselo al destino, pero nunca he creído en él. Para mí, cada persona es quien traza su camino, le vamos ayudando, y para hacerlo en pareja, no puede ser trazado por una sola persona. Se necesitan dos. Te necesito a ti.

Ya olvide la última vez que escribí algo de desamor, pues mi corazón contigo estaba completo y sé perfectamente que el tuyo lo estaba igual conmigo.

¡Maldita distancia!

Pensé que nunca nos sabotearía de esta manera, pues el más seguro de eso eras tú, ayudándome a creer que todo estaría bien y calmando la ansiedad de no estar cerca de mi compañero. Pero termino llenándote de dudas a ti. Fue a ti a quien la distancia le hizo la mala jugada. Y no porque no me quisieras, sino porque ya no podías estar más lejos de mí, te dio miedo siempre estar así. Bueno… eso fue lo que dijiste.

¿Pero quién no tiene miedo?

El miedo nos ayuda a sentirnos vivos, de una manera extraña, pero lo hace. Nos hace saber lo valientes que somos y la disposición que tenemos. El miedo pasa, pero la vida también se va junto con él, entonces, ¿por qué no vencer el miedo?

¿Acaso no te daba seguridad?

Desde que terminamos, me he culpado por ser una mala novia. Una novia que reclamaba, se enojaba, que era intensa en todos los sentidos. Una novia que amaba fuertemente y solo quería estar con el hombre de su vida.

Esta carta lleva semanas escribiéndose sola, yo solo plasmo las letras, y mientras pasan los días, me he dado cuenta que no es mi culpa lo que ha pasado, que aunque es mi responsabilidad, no tengo la culpa del todo. Yo ame, idealice, me deje llevar, me entregue y di todo, hasta más de la cuenta, pero culpa no es.

Ahora, no sé porque en ti si hay tantas culpas, ¿acaso sabes que hiciste algo mal?

Ninguno de los dos estaba listo para esta relación, menos para convertirla a una a distancia. Fuimos un par de personas rotas que al estar solas decidieron unirse y pasar el tiempo juntos, luego, quizá sí nos enamoramos. Pero listos, no estábamos.

No te voy a mentir, me ayudaste a curar varias heridas que llevaba por dentro, otras más se abrieron. Yo sí te amé, yo sí me enamoré. ¿Pero dónde quedo aquel del que lo hice? A veces ya no te reconozco, o tal vez ese eres tú realmente y la idea que tenía de ti solo era eso, una idea del hombre perfecto.

Me he cansado de pelear, de decir lo que siento y solo se entienda lo que tú quieres. Estoy exhausta de intentar hacerte entrar en razón o al menos que comprendas lo que se siente. Aun así me llamas “egoísta” por no comprender cosas que no te atreves a decirme.

Posiblemente esta historia ya llego a su fin, o a lo mejor, la vida nos tiene preparada una sorpresa. No lo sé, la vida es toda una ruleta y nunca se sabe que va a pasar, pero sí como lo queremos vivir, y por ahorita esto se ha quedado así. En puntos suspensivos, que día a día, se van borrando uno por uno.



Vas a ser el amor de mi vida en todas las vidas. Pero no el amor para vivir todas ellas.

martes, 31 de diciembre de 2019

Carta de amor.



Que raro es estar aquí de nuevo, hace más de un año no me aparecía y me cuesta un poco de trabajo quitar todas las telarañas que encuentro por dónde voy. Me pido una disculpa por descuidarme tanto y hundirme yo sola en mi barco.

Esta carta no es como las demás, no lleva un nombre entre líneas, no cuenta una historia y probablemente sea corta. Esta carta es para mí.

Debería empezar diciendo algo bueno sobre ti, pero eso no va mucho conmigo, ni contigo. Tu carácter ha sido un problema en nuestra vida desde que tengo memoria, y realmente es cansado lidiar con una persona tan terca y mal humorada como tú. Créeme, lo vivo a diario.
Tranquila, tampoco te voy a aburrir con tus/mis demonios. 

Siempre te has dedicado a querer salvar a los demás de sus problemas existenciales, te pierdes en ello y dejas de lado los tuyos tomando los de esas personas como propios, y no solo cuando te enamoras haces esto. Muy mal, señorita, te estás ahogando en aguas ajenas. Quizá tienes un corazón grande, una enorme bondad o bastante inocencia dentro de ti, también creo que puedes ser ingenua, insegura y hasta cierto grado tonta. Pues quién hace suyo el pasado ajeno. 

Deja de ver a las personas con la misma inocencia que tú tienes, no todos son caperucita, muchas son el lobo disfrazados de abuelita. No confías mucho en las personas pero al mismo tiempo lo das todo por ellas, les encuentras la razón de ser e intentas salvarlas. Ya pasaste por el novio mentiroso, el alcohólico, el mujeriego. La amiga envidiosa, la neurótica a la que "envidiabas", la celosa posesiva y la que nunca confió en ti y creyó cualquier mentira. Por todas y cada una de estas personas diste mucho o tal vez todo y por alguna que otra lo seguirías dando. Quierete tantito, mi niña, todas te pagaron mal. 

Te lastimaron tanto que ahora te cuesta abrir el corazón y te la pasas de fiesta. Te dijeron loca y ahora te medican porque de verdad lo crees cuando te sientes sola y vacía, pero, ¿de verdad lo estás? Confiar en ti, en tu intuición y decir lo que sientes, no es malo, al contrario te libera y ahí es cuando se despierta el mal carácter. Aunque no dices mucho y prefieres callar, hieres.

Perdónate a ti y deja a los demás. Sánate, quiérete y libérate de todo lo que te hace mal. Sé egoísta por primera vez y piensa en ti. Ámate, nadie más que tú se lo merece. Lo tienes todo, así que encuéntralo y atesoralo, después de ti vendrá alguien que hará lo mismo. Te lo prometo, me lo prometo.

martes, 18 de diciembre de 2018

Le dije adiós a Papá.

“Tú no te imaginas todo el amor que me ha costado dejarte ir, hoy te pongo en las manos de Dios y aunque por dentro sienta como se destroza cada parte, dejaré de ser egoísta y te veré partir. Siempre pensaba en este momento y sentía que ya estaba lista, pero no es así. Te amo más que a mí misma y nunca dejarás de ser el amor de mi vida. Ya te puedes ir, ya no quiero verte sufrir, te prometo que yo estaré bien porque sé que aunque cerca no estés nunca me dejarás caer”. Estas fueron las últimas palabras que le dije a mi padre antes de morir, hasta el momento ha sido la despedida más dolorosa que he tenido, pues creo que nunca ha sido fácil algo así. 


Hace un poco más de seis años el cáncer llegó a mi vida, pues mi padre estaba partiendo lenta, dolorosa y cruelmente. 
Él era un hombre fuerte, aunque cada vez esa fuerza se iba perdiendo, lo cual parecía casi imposible, pues verlo llorar de dolor no era propio de su persona. Nunca se rindió tan fácilmente.  
Los doctores dijeron que ya había durado mucho, que alguien en su condición y tan avanzada su enfermedad no duraba tanto, pero creo que a mí me faltó tiempo. Tiempo para decirle lo mucho que lo amo, tiempo para llenarlo de besos y abrazos, para no pelear tanto con él, para reírnos a carcajadas como en los últimos días. Tiempo para seguir a lado de mi padre.

Yo imaginaba que una muerte inesperada, como lo fue el caso de mi abue, era mucho más dolorosa por el hecho de no estar preparada para tal acontecimiento, y que, una partida como la de mi papá te daría el suficiente tiempo para prepararte, resignarte y no doliera tanto cuando la enfermedad acabara con la persona. Pero no es así. 
La enfermedad no solo acaba con el enfermo, sino también con su familia, con quien siempre esta con él. Sufres todo lo que a él le duele, te escondes para que no te vea ni escuche llorar, te muestras fuerte y con una sonrisa para que se sienta bien. Lo llenas de besos y fastidias con tantas caricias, pues no sabes cuando dejarás de hacerlo. Le ruegas a Dios para que le quite el sufrimiento, no para que se alivie y todo este bien. 
La enfermedad terminal nunca te lleva a prepararte para la partida, no te resignas, no te haces inmune al dolor. Esas, son mentiras que dice la gente que no lo ha vivido.

Hace ya un tiempo, los antidepresivos y ansiolíticos han sido mis mejores amigos, pues no me era nada simple ver a mi papá en esa situación. Me llamaron loca por tomarlos y hasta cierto punto comenzaba a creerlo, pero en realidad nadie sabía lo que yo sentía, ni siquiera el médico. "Yo sé que no es fácil por lo que tu familia y tú están pasando, eso esta causando tu ansiedad y tienes que estar medicada, no lo puedes dejar", cansada estaba ya de escuchar eso, me lo sabía de memoria y hasta conocía el momento exacto en el que el medico lo diría, pero no, él no sabía lo que era ver como tu padre estaba muriendo poco a poco. Él no sabía que cuando tenía dos años mi papá se fue un mes fuera de la ciudad por cuestiones de trabajo, enferme todo el mes y justo el día en el que llego, lo vi y mágicamente mi enfermedad desapareció. Era una niña, no sabía lo que sentía.  Esta vez no era un mes, ahora ya conocía el porqué se iba, ¿sería realmente sencillo?

A mis 24 años no había conocido realmente lo que era el amor hasta que vi a mi mamá cuidando a mi papá 24/7, dándole de comer en la boca, haciéndole cariños como a un niño, desgastándose ella para que mi papá estuviera mejor, mirándolo a los ojos y pidiéndole que le regalara una sonrisa mientras sus lagrimas rodaban por su cara. Ahí me di cuenta de lo puro y sobre todo del más bonito amor que pudo existir.

Recuerdo la última crisis de ansiedad que tuve, mi papá aún estaba consiente y no desvariaba. Llegue a casa ansiosa y él asustado comenzó a llorar, me gritaba que qué podía hacer para que yo estuviera bien, para que ya no tuviera "esa chingadera", me extendió su brazo y corrí a abrazarlo, llore con él un momento, luego termine en el hospital. Días después empezó a empeorar, aunque aún estaba consiente, ya no estaba bien, lo que yo sentía en ese momento pedía a gritos que lo sacara así que comencé a llorar en otro rincón de la casa. Me escuchó y grito mi nombre. Cuando llegué a su cama y me senté en la orilla me agarro la mano y llorando me pidió que dejara de llorar, que yo era su niña fuerte, la más fuerte y que me necesitaba de esa manera para poder estar bien él. 
Desde entonces procuré no llorar como lo hacía, ser la niña fuerte de papá y de siempre estar feliz cuando él me viera, pues eso fue lo último que me dijo cuando aún sabía que yo era SU DANIELA.

Ahora la casa se siente vacía, mi corazón también. Me gusta pensar que esta en su taller trabajando y que cada noche regresará para quitarle sus botas y decirme que como soy latosa así como lo hizo ayer.

martes, 6 de junio de 2017

Quebrantable.


Hoy desperté extrañándote y no sé si te extrañaba a ti, a la que era contigo, o a esa persona que me hacía sentir querida.


Estoy extrañándote y ya paso un año, es absurdo, pero el sentimiento duele. Leí conversaciones que guarde en aquel momento en el que no era yo, en el que no era más que tu pasatiempo sentimental, las leí y me volví a sentir de la misma manera. Miserable y tonta, que te necesitaba y te odiaba. Y aunque dije que nunca te odiaría, te odie por quererte tanto  y lastimarme de esa manera tan ruin.

No tengo muy claro lo que siento, no comprendo si aún te quiero o sólo extraño el recuerdo de aquel en el que dormía en su pecho, aquel que al despertar me decía "te quiero"  y me daba un gran beso.

Estoy siendo la miserable, la misma tonta quebrantable. 

¿Qué está pasando? Te sentía olvidado y superado. Entonces, ¿será cierto que eres y serás ese que no olvidaré jamás? Porque pensé que eso sólo sería en mi momento, ahora pienso que es tu momento. Reapareces en mis pensamientos y de repente extraño tus buenos días o tus llamadas de largas horas.

¿Te extraño a ti? 

Quiero imaginar que extraño el tener a alguien conmigo, pero de igual modo me sentiría miserable de nuevo.

Hoy vi tu sonrisa cuando cerré los ojos y sonreí sin darme cuenta... y recordé cosas. Cosas que a veces me gustaría volver a sentir, a vivir y otras veces... otras veces me hacen llorar. Como hoy. 

No sé si son las fechas, pero lo que sí sé es que no volverás en unos días como lo hiciste el pasado año. Ya no estás, no regresarás y eso sí es más que seguro.

Bien me dijeron que no me quisiste, que si de verdad lo hubieses hecho jamás me habrías causado semejante daño. Me trague tus palabras tal si fueran agua, las creí y las sentí. Quizá eso es lo que duele, el haber sido burlada y ultrajada. O quizá no.

Me duele algo de mi, de ti, de lo que fuimos y hoy ya no hay nada. 

jueves, 6 de abril de 2017

Envuelta en el caos.

¿Qué hacer cuando estas rota y te rompen otra vez?

Sí, puede sonar raro y hasta complicado, pero a veces estás rota por tu pasado y cuando estás superandolo llega alguien y rompe tus expectativas y vuelves a creer y te vuelves a entregar, ¿y qué pasa? Te rompen de nuevo.

Por algún tiempo me negué rotundamente a abrir mi corazón, mis sentimientos y todo mi ser y justo cuando estaba bien, sanando y en el proceso, llego él, me devolvió la ilusión y confíe.
Quizá mi problema sea confiar demasiado en las personas, pero por primera vez veía hechos, hechos que fueron mentira, o quizá no, pero eso parecieron.

Él era con el que había soñado, ese tierno y cariñoso que por extraño que parezca no me aburrió en ningún momento. Me hacía bien escucharlo, me llenaba verlo sonreír, me gustaba verlo conmigo. Pero, ¿qué haces con alguien que está marcado por su pasado? Con alguien que no se deja avanzar, alguien que sabotea lo que siente, que se deja llevar por lo que dicen los demás y no por lo que dice su corazón.
Los "te quiero"  quizá fueron de dientes para afuera, no desde adentro. Ahí es donde se crea el caos.

Sé que es bueno, que sus intenciones no son malas, pero su pasado es lo que no lo deja. Quizá no lo llene por completo, tal vez espera algo más, simplemente él no era para mí. Es triste, pero es tan cierto.
Me rompió y no fue una ruptura como las de antes, tan sólo un "no puedo estar, aunque quiera", pero pienso eso es lo más perro de todo. La intermitencia.
Antes ya había estado en esto y aún me cuesta trabajo entenderlo, ¿es tan difícil saber si quieres estar con alguien? Tal vez para mí no, pero para él sí lo fue.

En su tiempo, mis compañeros de oficina me notaron algo diferente; me veía feliz, tenía un brillo en los ojos y las mejillas me dolían de tanto sonreír. Tenía tanto tiempo sin verme y sentirme así.
Él me estaba haciendo feliz, aunque fuera poco el tiempo, aunque todavía no lo conociera por completo. Yo también lo hacía feliz, o al menos eso veía. La necesidad de conocer a alguien más había desaparecido en los dos, sólo eramos él y yo. ¡Oh!  Su miedo también se encontraba con nosotros, era un trío sin elección.

Lo hice feliz, pero no lo suficiente, no lo demasiado para que logrará quedarse.

Tenía muchas cosas que pensar, dijo, pero alguien que no está dispuesto a tener un compromiso ya no tiene nada que pensar, ya lo tiene todo claro y será tan egoísta que dirá "no quiero perderte", pero tampoco sabrá para qué te quiere con él.
No sé de dónde saque valor, sólo sé que lo deje ir o él me dejo ir a mí. Y aunque los demás digan que "es un idiota", él fue el que me volvió a erizar la piel con tan sólo rozar su mano con la mía, fue él quien le quitó la coraza a mi pecho, quien devolvió esas ganas y quien también las quito de nuevo. Yo quise a ese idiota, con sus miedos y complejos, con virtudes y defectos.

Quizá yo nunca fui buena, pero también él nunca fue bueno.

domingo, 12 de febrero de 2017

Febrero, 12.



Hace días mientras estaba tumbada en el sofá de mi fría casa me descubrí extrañándote y para ser sincera el sentimiento fue algo ensordecedor.


Al principio me pareció absurdo el acontecimiento, pues hace tiempo ya que no te echaba de menos. Recordé muchos momentos, hasta los más insignificantes se hicieron presentes; las primeras sonrisas, los primeros besos, la primera vez que caminamos juntos de la mano. 
Recuerdos que sólo son eso, tantos que quedarán por siempre en el baúl de mi corazón. Porque, cariño, no siempre fuimos tormenta en invierno. 

Después de aquel día en la sala me volví a descubrir extrañándote, ahora mientras leía mi libro favorito. En cada una de las páginas iba reviviendo emociones y en mi mente nos veía a nosotros, era como si estuviera viendo una película, pero esta vez no tenía nada que ver con lo que había entre las líneas del libro. 
Hice una pausa y me derrumbe en mi cama, sentía como recorría por mí cuerpo un sentimiento, pero no lograba distinguir cuál era. Al poco tiempo ya pensaba en ti de nuevo. 

Comenzaba a desesperarme, incluso pensé en escribirte, pero mi yo interno me detuvo. 

Sabía que algo andaba mal, que extrañarte no era normal y por más que evitaba tu recuerdo algo se hacía presente y volvías a mi mente. Eras el evidente recordatorio de aquel evento que no entendía aún. 
Seguí un par de días más extrañándote, ya no era tan molesto, me acostumbraba a ello y en cierto momento me pareció bonito hacerlo. Estaba loca. 
Las peleas ya no se mostraban en la película, sólo las partes buenas estaban ahí, era como una típica historia de amor, de esas con final feliz. 

¡Que tontería, la nuestra ni termino así! 

"Fueron sólo unos meses", pensaba. 
"No hay porqué extrañarlo", decía. 
"Ya se me pasará", me consolaba. 

Aún te quería y estaba segura de eso, la intensidad no era la misma y también estaba consciente de ello. El verdadero problema estaba en estarte echando de menos y otra vez me abruma el sentimiento. Estaba como al principio, pero con menos dolor. 

Hoy desperté temprano, desayuné, me bañe, y cuando estaba terminando de peinar mi cabello sonó nuestra canción en la radio y fue ahí donde recordé todo. Hacia ya un año que te conocí. 

"¿Para esto tanto desvelo? ¿Por esto te pensaba a diario?", me preguntaba. Era más que claro que la respuesta era "sí" y que como una tonta estaba repasando cada una de las escenas de nuestra corta pero amplia historia, que aún te quería, que te extrañaría y que siempre recordaría este día, como a ti, a nuestros besos, a tu sonrisa y a ese momento en el que mis ojos se toparon con los tuyos. 

Desde ese instante supe que serías quien me haría feliz, pero también supe que me harías sufrir y que aún así estarías en mí porque a un amor como este no lo olvidas, se queda clavado en el rincón de los hirientes y más bellos recuerdos. 

jueves, 24 de noviembre de 2016

Recuerdos.


Ya ha pasado mucho tiempo desde que te fuiste y tu lugar en mi cama sigue intacto, tal y como lo dejaste esa noche, en mi corazón también está tu vacío y la verdad no se ha podido llenar con nada.

A pesar de que el dolor poco a poco va sanando, tu recuerdo aún me sigue por todos lados. En algunos rincones de la casa todavía puedo escuchar tu voz o tu risa escandalosa. Si encuentro algo que leer, cada una de las palabras me recuerda a ti. También te sueño por las noches, pero al despertar mi corazón se siente bien.

No, no te he olvidado, sólo que estoy aprendiendo a vivir con esto.

Te extraño, lo hago a menudo, pero no eres vital. Ya no, al menos. Cada día que pasa me voy haciendo más fuerte ante tu partida, pero te recuerdo y no pretendo que eso se borre. Quiero recordarte bonito, que todo aquello que me hiciste sentir me siga erizando la piel a pesar el tiempo. He comprendido muchas cosas, y sé que si hoy no estamos juntos es porque algo mejor se acerca para los dos.


Sé que tú estás con alguien más, que has dado el siguiente paso y me has olvidado. Te admiro, pues yo no sé dejar el pasado tan rápido, pero algún día lo haré y sólo serás aquel que me haga sonreír sin darme cuenta y pensar en qué habrá sido de ti.

De vez en cuando también  vienen a mi mente los restos de aquellas primeras veces que tuvimos y ciertamente me alegra que hayas sido tú el protagonista de ellas. Son las primeras veces de las cosas más bonitas y significativas de mi vida. Lo más lógico es que después de todo el daño causado sienta un tanto de odio hacia ti, pero no, me es imposible odiarte. ¿Por qué? Simplemente porque tu lugar, aunque vacío está, es la única evidencia de que hace ya un tiempo fui feliz y viví. Aprendí a vivir y a compartir momentos con aquel que creía se quedaría por un largo tiempo. Es bonito que estar escribiendo esto me haga sonreír como cuando te vi por primera vez, con aquella camisa negra y sonrisa encantadora que me gustó desde ahí.

Es correcto que sólo te hacen el daño que tú estás dispuesto a soportar. Sí, te aguante mucho sufrimiento, pero todo termina y así como empezó de repente, terminó de golpe y sin avisar. Del mismo modo es cierto que después de una historia como la nuestra el amor no termina, permanece ahí, justo en el rincón de los momentos bonitos que guardas por un tiempo, el cual es proporcional a lo que fuiste feliz y cuanto duro esa felicidad. No sé, eso siento yo.

Seguirás siendo tú, mientras las canciones me recuerden a ti y los poemas sean hechos por mí. Ya no me hace llorar tu ausencia y aumenta mi paciencia. Te extraño, pero créeme amor, ya me duele menos el corazón.

El tiempo lo dirá y me dará aquellas respuestas que tanto tiempo busque y por alguna razón, en su momento no encontré. Hoy solo disfruto de mi soledad y del dolor que tu partida me dejó.